La más usual de todas las existentes pero no por eso menos placentera y efectiva, ¿no? Recostate boca arriba con las piernas abiertas. En esta pose dejá que él se coloque encima mirándote, quedando así cara a cara.

Apoyate sobre una superficie sobre tus manos y rodillas en posición de cuatro patas. Dejá que el se ubique detrás tuyo y se abalance levemente por encima de tu cuerpo. En momentos de extremo placer, esta posición no falla.

Ideal para que disfrutes como nunca. Acostate sobre la cama muy cerca del borde con las piernas levantadas y juntas. Pedile a tu chico que se arrodille sobre el piso y te agarre de los tobillos. Si las pelvis de ambos no quedaran alineadas podés poner tus manos abajo de tu cola para elevarla un poco. ¡Sexy por donde lo mires!

Ideal para atrevidas y aventureras. Tu pareja deberá acostarse sobre la cama boca arriba con las piernas ligeramente separadas. Ahora llega tu turno: ubicate sobre él pero no mirándolo sino de cara hacia uno de sus costados, es decir perpendicularmente. Podés poner tus brazos hacia atrás para ayudarte. Las manos de tu chico estarán libres por lo que puede ayudar a moverte, tocarte para más placer… ¡E incluso girarte mientras disfrutan! Es sólo cuestión de animarse.